domingo, 7 de noviembre de 2010

Mi iniciación como sumisa

Me llamo Andrea Ángela Gonzales Salvatierra, y con tan solo 18 añitos recién cumplidos, fui ordenada a relatar sobre la manera en que me convertí en lo que soy hoy ahora; una sumisa sexual. Vivo con mis padres y mi pequeña hermana, en Bogotá, Colombia y mi vida siempre ha sido siempre muy alocada y alegre, según mis amigas y amigos. Mi manera de ser es muy abierta y directa; lo que a veces me trae problemas pero soy muy buena chica. A veces soy muy impulsiva, insistente y respondona; como dicen los que no me quieren nada. Mis locuras y a veces rebeldías son siempre un dolor de cabeza para mis padres, frecuentemente me llaman la atención ya sea por mi mala conducta al hablar en casa, por mis bajos rendimientos que tenía en la escuela, o por mi exagerada forma de vestir que según ellos resulta demasiado insinuante y atrevido. ¿Atrevido e insinuante el usar casi siempre jeans muy ajustadísimos y que revelen mis bien redondeadas curvas o usar escotes pronunciadísimos? ¿Atrevido e insinuante el que decida mostrar mis contorneadas piernas veladas en pantimedias negras y en cortitas minifaldas con tacones altos o botas?   ¿Qué hay de malo en ser sexy, loca e insinuante, mientras se es joven y mientras una no llegue a hacer nada malo o pecaminoso? Mis padres siempre me critican por estas supuestas malas actitudes mías que según ellos solo me pueden conducir si no me cuido o cambio mi forma de ser; a la mala vida o al pecado.  Según mi papá yo me visto como si estuviera lista a ir a buscar un desconocido en la calle y encamarme con él en un sucio cuarto de hotel y recibir dinero a cambio. Como si la prostitución fuera algo monstruoso, asqueroso y sucio, como si fuera un pecado que ninguna chica decente siquiera debería pensar como medio de vida. Y yo me pregunto; ¿Cuántas prostitutas conoció mi padre en su juventud antes de estar con mi mamá? Qué mal que los padres nunca entiendan el sentir de la juventud de hoy sin siquiera pensar o reflexionar sobre cómo era la de ellos cuando eran jóvenes como lo soy yo ahora.

 Pero volviendo a mi caso; me resulta sorprendente descubrir que detrás de toda esa faceta de locura, rebeldía y atrevimiento que demuestro siempre, nunca me hubiera imaginado que escondía una faceta interna y oculta mía que yo no conocía hasta entonces y que gracias a alguien llegué a descubrir. Un día, contacté por internet a Francisco, un hombre mucho mayor que yo; de unos 35 años aproximadamente, totalmente extraño y desconocido para mí, que en poco tiempo me hizo descubrir muchas cosas nuevas de la sexualidad interna de muchas chicas y que me hizo descubrir mi naturaleza sumisa interna.  Me habló sobre unas prácticas sexuales muy raras y nuevas para mí, se trataba de los secretos del mundo del BDSM.   Me explicaba en un principio de manera leve y suave sobre las diferencias de la naturaleza humana, de los tipos de caracteres que hacen que las personas nos diferenciemos unos de otros. El decía que la naturaleza humana era muy compleja especialmente en las mujeres, quienes según él desarrollan actitudes muy diferentes a los hombres en algunos casos. Fue cuando comenzó a hablarme sobre todas las cosas que comprendían las prácticas del BDSM. Mis sentidos se hicieron cada vez más susceptibles al tema cada día que chateábamos; de manera que yo misma me empecé a crear una necesidad de conocer por mi propia cuenta todo al respecto, es decir mi curiosidad me estaba  creando un deseo oculto que me quemaba todo mi cuerpo cada día más y más. Buscaba en internet material de videos o relatos sobre BDSM y cada vez se me hacía una necesidad imperativa de encontrarme con Francisco en línea para que me hablase del tema. Estaba volviéndome tan obsesionada y adicta a este tema, que siempre quería saber y conocer muchísimas cosas de ello. No sabía si hacía lo correcto en investigar por mi propia cuenta o si hacía mal. Francisco me hablaba de que toda chica en su interior lleva una parte de sí oculta; una parte muy íntima en lo referido al aspecto sexual, la cual puede desarrollarse de manera dominante o sumisa; términos que yo no entendía en esos momentos, pero que él poco a poco iba explicándome con mucha sutileza y calma. Me explicaba que si una chica al tener el más mínimo conocimiento de lo que el BDSM significa y su cuerpo y mente reacciona positivamente hacia el deseo de experimentarlo, era prueba irrefutable que está despertando dentro de si, su propia capacidad de entrega y sumisión. Sin embargo si al saber todo ello, su naturaleza le causa un rechazo total y adverso al tema; significa que de ninguna manera el BDSM es lo indicado para ella. Todo depende de la naturaleza sumisa interna y oculta que toda chica lleva muy dentro de si misma y que muchas veces no conoce hasta que alguien o algo le hacen despertarlo en ella. A medida que conocía yo más sobre el BDSM, mi cuerpo reaccionaba en desmedida mucho más intensa; que ya no podía resistirme siquiera el deseo de tocarme y acariciar mis partes. Leía cantidades de casos de chicas sumisas, que de manera voluntaria,  se entregaban a amos o amas muy exigentes y severos, los cuales gozaban libremente de sus delicados e inocentes cuerpos. Cada vez que leía todo eso me ponía totalmente excitada que terminaba introduciéndome unos dedos en mi húmeda vagina inmediatamente. Me ocasionaba también una extrema excitación el  oír cada una de las  explicaciones que Francisco me daba sobre la manera en que una chica inocente y joven como yo, podía fácilmente llegar a ser una sumisa en potencia siempre y cuando su naturaleza fuera de un aspecto dócil y pasivo. Las noches se me hacían alucinantes y calientes, llenas de morbo y deseo al recordar cada una de las imágenes que había visto en esas películas y fotos en las páginas de sumisas; de aquellos alucinantes relatos o de todas las cosas que mi muy singular y extraño amigo me relataba sobre estas chicas. El insistía mucho que cuanto más  jovencitas estas chicas eran iniciadas en el mundo del BDSM; mucho mejor aceptaban su condición de sumisas a plenitud y gozaban así de ese placer en manera permanente. Cuanta razón tenía él, lo descubriría en carne propia yo misma más tarde. Francisco me hacía sentir cosas que nunca antes había sentido en mi vida, me facilitaba lecturas de prácticas de BDSM increíbles pero que eran ciertas, videos de películas mucho más fuertes que las que yo había podido encontrar en internet; donde chicas sumisas eran sometidas a estrictos castigos y violaciones de parte de severos amos y amas. El me preguntaba con frecuencia si yo sentía ya la curiosidad y deseo de entregar mi cuerpo para experimentar y saber el real y absoluto significado del BDSM, a lo que yo simplemente negaba diciendo que no sentía nada en absoluto y que no estaba interesada. Pero eso era totalmente falso; cada día se me hacía imposible seguir negándolo y mintiéndole a Francisco sobre mi verdadera naturaleza sumisa que él estaba despertando en mí; no podía tampoco seguir mintiéndome yo mi misma. Mi cuerpo para ese entonces era ya un volcán de pasiones y deseos, ocasionado por la curiosidad de experimentar en carne propia lo que Francisco me proponía. Tan solo al imaginar lo que cada una de esas chicas sentían al ser humilladas y sometidas, hacían que mi cuerpo se quemara más de deseo inmediatamente. Ya no podía negar más lo que mi propia naturaleza sumisa exigía dentro de mí; mi sumisión y entrega. Francisco siempre me insistía que la única forma de conocer realmente lo que el BDSM comprendía, y si yo tenía esa llamada naturaleza sumisa; era entregándome voluntariamente a él como mi Amo y Señor, para que me hiciera sentir esas nuevas experiencias en mi cuerpo. Yo sabía que mi resistencia absurda acabaría tarde o temprano; rindiéndome a él algún día, más que nada traicionada por  mis propios deseos y a mi propia curiosidad de experimentar por mí misma todas esas formas de entrega y sometimiento que solo mi cuerpo podría hacerme sentir. Así fue como acepté dejarle someterme vía internet en un comienzo para saber lo que se sentía en el chat. Francisco empezó entonces a hacerme su sumisa virtual, tratándome como a cualquier esclava sexual, haciéndome aceptar la humillación de permitirle llamarme PUTA como señal de entrega y humildad y por consiguiente de nunca olvidar llamarle AMO. Algo que noté inmediatamente en mí, fue que  en vez de causarme una indignación la forma en que me hablaba, al contrario me excitaba tanto que me humillara  llamándome siempre Puta. Eso de manera repentina, me hacía sentir una excitación tremenda, al tiempo que seguía sus órdenes ciegamente. Sus insultos y malos tratos, eran algo que nunca ni soñé, ni llegué a fantasear despierta, que me fuera a gustar tanto.
Finalmente logró convencerme que la única manera de que yo pudiera realmente saber lo que era el verdadero significado de la obediencia y sumisión; era pasando de una entrega virtual a una entrega real; es decir entregándole mi cuerpo en persona sumisamente; para que así pudiera yo experimentar vívidamente lo que me había dedicado simplemente a leer y observar en fotos o videos. Sin yo saberlo, era  esta la manera  en que iba ser moldeada dentro del sádico mundo del BDSM. Tras aceptar su particular propuesta, mi Amo me instruyó sobre todos los requerimientos que  debería cumplir para esta especial ocasión, como por ejemplo mi manera en que debía vestir, y el de conocernos en un hotel donde él estaría esperándome.  Se me ordenó elegir una indumentaria que me hiciera lucir como una prostituta, sin fallar absolutamente en nada de los detalles  que él deseaba que tuviera en cuenta en mi ropa. Y al fin llegó el ansiado día en que mi cuerpo sería entregado a mi amo, me dediqué a buscar algo de ropa, que me hiciera ver, como él deseaba que yo me viera. Lo de la ropa fue  muy sencillo el escogerla, ya que siempre visto con prendas insinuantes y sexys, así que de inmediato tomé una pequeña blusa blanca semitransparente, que me deja todo mi plano vientre por fuera y que con facilidad se ve todo lo que llevo bajo de ella. Realmente, no me decidía sí usar, una minifalda negra o unos ajustados pantalones del mismo color. Por la prisa decidí por la mini, y también para hacer juego unas pantimedias negras, las que apenas me puse sin tanguita debajo de ellas, ni tampoco llevaba sujetador tal y como mi Amo me había ordenado, y por último me agarré unos zapatos de charol negro, que tienen el taco bastante alto y que prácticamente termina en forma de una aguja, llevaba el pelo recogido en un elegante moño en la nuca. Sin perder tiempo me dediqué a maquillarme, de manera bastante exagerada, tomé algunas pulseras y collares, que tras ponérmelos me vi en el espejo. La imagen que vi fue la de toda una puta de esas que se dedican a ganarse la vida en las calles, ejerciendo el oficio más antiguo del mundo; me pregunto que hubieran dicho mis padres de verme así vestida. Me estaba poniendo perfume  cuando escuché la voz de Silvana, mi hermanita detrás de mí, preguntándome a dónde iba a ir vestida así. Le dije que me iba a una fiesta en casa de unas amigas y que volvería tarde en la noche. El asunto del permiso ya lo había arreglado con mis padres a quienes ya les había dado la misma explicación. Segundos antes de salir de mi habitación agarré un pequeño bolso de color negro y así como me encontraba salí de mi casa sin que mi mamá me viera; pues me tomaría mucho tiempo explicarle el porque de mi indumentaria tan putañosa como ella siempre dice a las prendas que yo uso. Provocadora, sexy o como dice mi mamá, estilo putañosa; era mi asunto; después de todo iba vestida para la ocasión, como mi AMO me había ordenado que fuera. La blusa era de seda vaporosa, con lo que al andar se iba moviendo resbalando, durante el camino al hotel me había puesto una pañoleta, ya que al no llevar sujetador, mis pechos se marcaban descaradamente y según andaba se iban moviendo rozando mis pezones con la seda de la blusa. Cuando estaba por llegar al hotel me puse a pensar en algo que no había reparado hasta esos instantes, que yo solo tenía 17 años y probablemente no me dejarían ingresar a la habitación que Francisco había alquilado para mi entrega. No me acordaba que le había mentido sobre mi edad diciéndole que yo tenía 18 años. Nuestra cita estaba en marcha y no había ya manera de volver atrás y privarme de mi nueva experiencia. Por lo tanto decidí enfrentar lo que pudiera suceder, ¿Quería sólo complacer a mi ocasional Amo o quería solamente complacerme yo misma, entregándome a ese completo desconocido para que me sometiera a su antojo? ; sea lo que fuere, me llené de coraje e ingresé al hotel a las 7pm, tal y como habíamos convenido. Era un hotel muy grande, no me esperaba menos de mi AMO, al entrar en el hotel me quité la pañoleta, por si mi amo me estaba observando, quería que me viera, estaba muy provocadora, notaba como los camareros del hotel no me quitaban los ojos de encima. Al llegar a la recepción el encargado me miró de arriba abajo y me preguntó; “¿La señorita Andrea Gonzales Salvatierra?” Moví mi cabeza afirmativamente y sin decirme más nada me indicó que me esperaban en la habitación 205 en el segundo piso. Qué sensación tan vergonzosa y a la vez tan excitante que me confundiera con una puta; pues era tan obvio que si una chica llega sola a un hotel vestida de la manera en la que yo lo estaba, solo podía tratarse de una prostituta, que viene a ubicar a su cliente. Algunas veces chicas menores de edad que ejercen la prostitución son aceptadas ingresar en algunos hoteles; por ciertos convenios que tienen éstos con los manejadores de las chicas. A pesar de la vergüenza de que todos ahí pensaran que yo estaba ahí solamente para prostituirme con mi cliente de la habitación 205;  nuevamente me llené de coraje y procedí a cumplir mi ansiada fantasía. Subí a la habitación que me habían indicado, estaba muy nerviosa, notaba como mi corazón latía fuertemente, me temblaban las piernas, solo pensar que por fin, iba a conocer a mi AMO en persona, y que podría hacer conmigo lo que quisiera, sin ningún límite, me excitaba muchísimo. Según andaba por el pasillo del hotel notaba como cada vez mi corazón latía más fuerte, y cada vez estaba más caliente, mis pezones comenzaron a ponerse duros, llegando incluso a dolerme cuando rozaban con la blusa. Encontré la habitación, estaba frente a la puerta, sabía que mi AMO estaba dentro esperándome, y que en el momento que atravesara esa puerta, dejaría de ser Andrea, y empezaría ser la esclava de mi AMO, mi corazón latía como un potro desbocado, y mis piernas seguían temblando más y más, entonces cerré los ojos, respiré hondo e intenté relajarme, no podía hacer esperar mucho tiempo a mi AMO, se enfadaría y no sabía que castigo podría sufrir. Habíamos hablado muchas veces de nuestro encuentro, y ambos sabíamos perfectamente cuales eran las reglas de nuestro juego, hoy era mi prueba de iniciación, mi AMO me había elegido para que fuera su esclava y no podría defraudarle, todo lo que sabía de él, es que era un AMO muy duro y que le gustaba el sado, pero estaba dispuesta a todo para darle placer, obedecerle en todo lo que él me diga y aceptar con agrado sus castigos y humillaciones, sin ningún tipo de compasión; más que nada por el solo deseo de experimentar lo que había yo visto en esas imágenes y relatos de BDSM. Llamé a la puerta, nadie contestó, volví a llamar más insistente, entonces oí una voz fuerte y decidida, que me decía, “Pasa, la puerta esta abierta”- Abrí la puerta, y pasé, no podía ver nada, todo estaba muy oscuro, mis ojos intentaban acostumbrarse a la oscuridad. Noté que era una suite muy grande, con varias habitaciones. “Pasa Andrea, te estoy esperando”. Seguí andando, casi a tientas, podía ver un salón con las cortinas corridas totalmente, un sofá de cuatro plazas, una mesa con flores, y al fondo en una butaca había alguien sentado, era sin duda Francisco;  mi amo, al lado de él, había un escritorio con diversos artilugios encima, que no llegue a distinguir. Poco a poco mis ojos se fueron acostumbrados a la oscuridad, y pude ver mejor la figura de mi amo sentado en la butaca cómodamente, llevaba puesto unos guantes de piel, pantalón de vestir, camisa de seda y unos zapatos también de vestir muy elegantes, todo ello de color negro, se puso de pie, impresionaba verle todo él vestido de negro, y los guantes, le daban un aspecto altivo, y a la vez peligroso, que me daba un poco miedo. Se acercó a mí, me observó muy lentamente, yo no podía ni decir palabra, debido a mis nervios y a la impresión que me daba tenerle tan cerca de mí. Notaba como mi respiración era rápida y entrecortada, y mi corazón parecía que iba a salirse de mi pecho, mis pezones seguían erectos, provocadores, notaba como su mirada me atravesaba como una espada, me miró directamente a los ojos, tenía una mirada, fría y calculadora. Sus ojos brillaban, estaba contento, le encantaba lo que estaba viendo, notó lo nerviosa que yo estaba y pude ver en su rostro un esbozo de sonrisa, le encantaba tenerme así, nerviosa y a su total disposición. Caminó alrededor mío, me levantó la minifalda de manera bien brusca y sin decirme palabra comenzó a tocar mis nalgas. Yo quise protestar, pero de inmediato me ordenó que callase, al tiempo que tras darme una fuerte nalgada, que me dejó ardiendo la piel. Se acercó más a mi, y me besó en la boca, como nadie nunca me había besado, fue un beso muy intenso, como el de dos amantes cuando saben que no se van a volver a ver, se puso detrás de mí otra vez, notaba su respiración en mi nuca, él sabía que estaba muy nerviosa, pero también que le iba a complacer en todos sus juegos sexuales y psicológicos. Cuando escuché que me decía “Por lo visto no tuviste que esforzarte mucho en vestirte como una prostituta”. Me sentí alagada, aunque no lo crean, al verme al espejo de verdad que parecía toda una puta callejera. Puso sus manos en mi blusa y comenzó a desabotonar los botones lentamente, quitándomela de inmediato; acto seguido fue turno de mi faldita; dejando que cayera al piso. Solo quedé en mis pantimedias negras y los zapatos negros de tacón de aguja. Todo mi cuerpo quedó al descubierto. Tenía mis pezones tan erectos, que casi me dolían. Su respiración en mi nuca se hizo más intensa, se acerco más y empezó a masajear todo mi cuerpo suavemente para que me relajara, mis hombros, mi espalda, mi cintura, mis pechos, pellizcándome suavemente mis pezones viendo como me tensaba, deteniéndose en mi sexo, notando lo húmeda que estaba la entrepierna de mis pantimedias por lo muy excitada que estaba, cerré los ojos, e hice todos los esfuerzos posibles para contenerme y permanecer quieta, como sabía que él deseaba, estaba tan cerca de mi, que notaba perfectamente su respiración. De repente paró, “Perfecto, vamos a comenzar” dijo tajantemente. Y se dirigió al escritorio, que había al lado de la butaca, pude ver lo que había encima de él, una correa, una fusta, ropa negra, y otros utensilios de metal, con formas extrañas puntiagudas, que no podía distinguir bien, y solo pensar que los iba a utilizar sobre mi, hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo y me asusté. Él se dio cuenta, de mi reacción, vio el miedo en mis ojos y sonrió. “Todo a su debido tiempo, no seas impaciente”- dijo – “Si, mi amo”- contesté. Notaba que le gustaba ver en mi cara la angustia, y el miedo en mis ojos, No tenía idea  que era un amo duro y que la degradación, la humillación y el dolor, formaba parte del juego que  yo había aceptado, iba a ser su esclava, y ya no había vuelta atrás. Se puso unos guantes de cuero negro, se metió algo en el bolsillo y cogió el collar de cuero, me lo coloco con firmeza en mi cuello, apretándolo fuertemente, el collar tenía una cadena muy larga.“De rodillas” ordenó gritando y tirando fuertemente de la correa. “Si, mi amo” dije humildemente. Me puse inmediatamente de rodillas, al lado tenía sus pies, y empecé a besarlos, el me apartó con firmeza y me fulminó con la mirada, quería dejarme muy claro que el que mandaba era él, y que yo no era más que una esclava, que ni siquiera tenía derecho a mirarle a los ojos. Se volvió y se dirigió a la butaca, tirando de la cadena fuertemente, yo le seguí a cuatro patas, el collar estaba muy fuerte, y cada tirón que daba, me hacía mucho daño. Se arrellanó cómodamente en la butaca y me colocó delante de él, a cuatro patas.-“Dime lo que eres” me ordenó-.”Soy su esclava, mi amo” dije en voz baja. “Más alto, no te oigo, o es que las putas como tú, solo saben gemir”, me increpó. “Soy su puta, mi amo, su perra caliente, mi amo” dije en voz más alta. “Eso me gusta más, pero no es suficiente, te tienes que esforzar más, ladra un poco” me ordenó mi Amo. “Guao, guao” ladré yo con mucha vergüenza. Se levantó tirando de la cadena fuertemente, yo gemí de dolor, y tiró más fuerte todavía, se dirigió al dormitorio, en la pared había un espejo que llegaba hasta el suelo, sacó un lápiz de ojos negro, que tenía en el bolsillo y mientras, estaba a cuatro patas frente al espejo, empezó a pintarrajear, las palabras "puta" y "esclava", en la frente y sobre mis pechos. Tiró fuertemente de la cadena, para que me pusiera de pie, gemí de dolor, y me colocó frente al espejo, sabía que era una chica muy coqueta, que me gustaba ir siempre muy arreglada y sexy, y ahora al mirarme al espejo y verme marcada con garabatos, me sentía humillada, degradada, y maltratada. No quería mirarme en el espejo y aparté la vista instintivamente, él se enfadó, me agarró por el pelo violentamente, y me obligó a mirar.-“Dime lo que eres”- me gritó –“Soy su puta, mi AMO” dije casi sollozando. “Más alto no te oigo” volvió a increparme. “Soy su puta, mi AMO, su perra sumisa, mi AMO”- dije con los ojos llenos de lágrimas, nunca me había sentido tan humillada, y a la vez quería que siguiese, había algo en todo aquello que me encantaba, quería complacer a mi amo. Me soltó el pelo, con desprecio  y se fue. Me dejó en la habitación, frente al espejo, no podía dejar de mirarme. Estuve así mucho tiempo, mientras mi AMO entraba alguna vez en la habitación sin hacerme el más mínimo caso, eso me inquietaba mucho. Una de las veces me dio un azote, fuerte y seco, pillándome por sorpresa, me giré instintivamente hacia él, le iba a decir algo, pero me contuve, había comprendido que mi AMO no iba a tolerar la más mínima indisciplina.
Cuando volvió, ya no iba igual, se había desnudado y solo llevaba unos bóxer y un antifaz negro. “¿Eres una perra?”-gritó –“Si mi amo, soy su perra”- dije sumisamente –“Entonces compórtate como tal”- Y tiró de la cadena violentamente, yo me puse a cuatro patas sin rechistar. “Muy bien, mi perrita”. Me llevó tirando de la cadena, hacia el baño, era un baño muy elegante todo blanco, con una bañera enorme y una ducha también muy grande. Y me quitó mis zapatos de tacón. “Entra en la ducha!”- ordenó, tirando de la cadena. Inmediatamente me metí dentro de la ducha, a cuatro patas, como la perra que era. Él ató la cadena arriba en una percha que había, justo a la altura que él quería, dejando todo mi cuerpo estirado y en tensión, yo casi tenía que estar de puntillas para que no me tirara mucho la correa, entonces me mostró una bola de color azul atada a una correa, la cual puso frente a mi cara. “Abre tu boca puta”, me dijo y al momento de obedecer, me metió la bola.  Luego procedió a ajustarme la bola con la correa detrás de mi nuca. La sensación de no poder hablar o decir algo fue sorprendentemente indescriptible, me sentía como esas chicas que tanto había visto en esas páginas de sumisas. Mi amo tomó una paleta de plástico,  haciéndome mirarla. En esos momentos  todo mi cuerpo se erizó, y empecé a temblar, pero no había forma de detener mi castigo; mi Amo empezó a azotarme las nalgas duramente y tampoco había manera de gritar o suplicar por misericordia ante el dolor que me producía.
Yo intentaba no moverme, más que todo para que la correa de mi cuello no me hiciese daño, ya que la cadena estaba muy tirante, pero era prácticamente imposible, ya que me zarandeaba tan fuerte que todo mi cuerpo vibraba al ritmo de sus azotes. Mis lágrimas empezaron a caer mientras trataba de pensar en lo que sentirían esas chicas que yo excitada veía estar en mi misma situación, eso actuaba sobre mí como anestesia, frente a los fuertes azotes que mi Amo me proporcionaba. Cuando acabó, ya no sentía mi cuerpo, descolgó la cadena, y yo volví a ponerme a cuatro patas instintivamente, todo mi cuerpo estaba en tensión, erizado y adolorido por los azotes recibidos. Tiró de la cadena empezando a andar hacia el salón de la suite, yo iba detrás de él, intentando seguir su paso, casi no sentía mi cuerpo del dolor que tenía, me hizo subir a la mesa del salón a cuatro patas, tenía tanto miedo que todo mi cuerpo empezó a temblar, sin que pudiese hacer nada para evitarlo, empezó a acariciar  mi cuerpo tenso, esmerándose en mis pechos y en mi sexo, eso me relajó, y noté que a él también le gustaba. A continuación, me hizo bajar para sentarme en el piso. Me quitó la bola que usaba de mordaza y después me sujetó las manos con unas esposas que había cogido de la mesa. Se sentó cómodamente en el sofá, frente a mí y me ordenó. -Mastúrbate!-Yo lo intenté, pero tenía muy poca libertad de movimientos con las esposas y me costaba bastante. Me esforcé. Mientras, él empezó a tocar su pene frente a mí, obscenamente, mirándome, yo estaba tirada en el suelo frente a él, con las piernas lo más abiertas posibles, tocándome. Entonces él empezó a restregar su pie contra mi sexo, yo busqué una postura que me permitiese gozar, y empecé a moverme rítmicamente, buscando ansiosamente el orgasmo. Pero él no me lo permitió. Cuando ya estaba en la recta final, retiró su pie. –“Oh, no mi AMO, ahora no, permíteme que me corra, ya casi estaba” le supliqué.  “Puta, asquerosa. No has visto como has ensuciado mi pie, con tus fluidos. Límpiamelo” -Me agaché frente a él, de rodillas, y lamí todo su pie, chupándole los dedos y lamiéndole la planta con esmero. “Ahora quiero correrme yo, pero antes quiero darte algo para que te pongas.” Me ordenó que me acostase en la cama, abriese mis piernas y tratara de introducir mis dedos dentro de mi vulva. Por unos instantes francamente dudé en poder lograrlo con las esposas puestas, y las pantimedias bien subidas que llevaba; lo que mi Amo pudo advertir y acercándome hacia él, procedió a quitármelas y momentos después las esposas me fueron también retiradas. Cuando estaba ya totalmente desnuda me alcanzó un juego de ropa íntima de lencería sexy color negro puta como les llamaba mi ex, que eran unas medias de mallas negras que se colocan en todo el cuerpo con aberturas en la vagina y ano que poco dejan oculto. “Póntelas puta; quiero ver como te quedan” me dijo; acto seguido empecé a ponerme esas mallas de inmediato para complacer a mi amo. Sentía mi cuerpo totalmente ceñido  a esas medias, que me hacían verme como una vulgar prostituta de esquina. Una vez que ya me había calzado las mallas, mi Amo me ordenó continuar con lo que me había ordenado previamente antes de quitarme las esposas y las pantimedias.  Luego seguí sus órdenes de inmediato  y comencé abrir mis piernas. Me di cuenta de que todo esto, aunque crean que es una locura, me producía un placer definitivamente mayor, el saberme sometida a la voluntad de un hombre. Era una cosa increíble, sin contar el hecho de que fuera un total desconocido quien me sometiera, lo que dentro de mí me producía una mayor excitación, quizás por ese algo tan prohibido o por quien sabe que. A pesar de todo eso que sentía dentro de mí, procuré controlarme. Me pareció lo más sensato en esos momentos, no dejar que se diera cuenta de lo mucho, que en cierta manera, me encontraba disfrutando de casi todo. Una vez que abrí totalmente mis piernas, sumisa y lentamente comencé a introducir un dedo dentro de mi vulva,  mi Amo mientras tanto comenzó a ir quitándose los bóxers, que estaba usando en esos momentos. Yo sin quitarle la vista a él, seguí haciendo lo que  se me había ordenado, cada vez que introducía mis dedos dentro de mi vulva, sentía como si una agradable descarga eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Al poco rato Francisco no se conformaba con ver como me metía un solo  dedo dentro de mí, sino que me ordenó que introdujera más dedos. Algo que noté inmediatamente, fue que la forma en que me hablaba, me excitó tanto, al escucharlo insultarme diciéndome: Puta callejera, termina de meterte los dedos dentro de tu coño. Eso de manera repentina, me hizo sentir un orgasmo tremendo, al tiempo que seguí sus órdenes ciegamente. Cuando vine levantando la vista, me encontré con su erecto miembro, casi frente a mi boca. De inmediato retiré mi rostro, haciéndome hacia atrás, segura de que eso lo excitaría más todavía. En efecto así fue, mi Amo en ese instante me tomó por el cabello, obligándome a acercar mi cara a su cuerpo. De momento sentí que con su miembro me daba en mi cara, al tiempo que me decía, “Putita tú tienes que hacerme caso, en todo lo que te ordené yo, así que ponte a mamar, mientras que sigues metiéndote los dedos dentro de tu coño”. Abrí mi boca y su miembro se abrió paso entre mis labios, introduciendo casi por completo su cosa. Luego el agarró mi cabeza y me obligó a metérmela entera en la boca, hasta el fondo, prolongando al máximo su placer.  Hasta en cierto grado me produjo algo de nausea, pero más bien fue por lo brusco de su penetración, que casi llegó a mi garganta. Después de un ligero ajuste de mi cuerpo, comencé a chuparle todo su miembro, lentamente, mientras que mi Amo me marcaba el ritmo con la mano que sostenía sobre mi cabeza. Se que todo esto suena a cosas de una loca, pero esos momentos para mí realmente eran tan satisfactorios, que me envolví chupando todo su miembro, al punto que al poco rato, del miembro de mi Amo salió una cantidad de semen tremenda. Gran parte de eso me lo tragué, sin querer realmente, para satisfacción de mi dueño. Yo me retorcía de placer, había hecho feliz a mi AMO.-“¿Te he complacido mi AMO?, ¿He sido buena esclava?, ¿Te he dado todo lo que querías?” dije.  “No estuviste mal”- dijo con desprecio- “pero esto es solo el principio, la noche es larga, y voy a exigir mucho más, las pruebas cada vez serán más duras, más humillantes, y más violentas, y tendrás que esmerarte más para complacerme”, dijo tajantemente. “Si AMO, te obedeceré en todo, solo quiero darte placer”. “Muy bien puta”.- Al bajarse de la cama, sentí una fuerte y ardiente nalgada, al voltearme, el rostro de mi Amo reflejaba una dureza y a la vez una alegría tan grande, como la que yo con todos mis esfuerzos procuraba no demostrar.
Acto seguido volvió otra vez hacia la mesa y cogió algunas cosas en la forma  de penes y también un recipiente con vaselina, todo mi cuerpo se estremeció, solo de pensar lo que me esperaba. Le miré suplicando que no me hiciera daño, por favor. Mi AMO me miró y sonrió.-“Hoy es tu día de suerte”.- dijo acercándose a mí. Me hizo poner las manos a mi espalda y me las amarró con una correa. “Abre bien las piernas y eleva el culo que tus dos agujeritos estén bien expuestos puta”. Me ordenó ayudándome con la posición. Pensé que me penetraría por la vulva, ya que estaba totalmente  expuesta en la posición en que me encontraba pero no sospechaba qué agujero me sería usado.
Cuidadosamente me colocó la vaselina en la entrada del ano y forzó un dedo con parte del líquido hacia adentro, haciéndome doler mucho.  En la postura que tenía mi culo quedaba totalmente expuesta así que imaginé lo que iba a suceder. Acto seguido me separó las nalgas  y apoyando la punta de su pene comenzó a empujar. Grité de inmediato al sentir el dolor de la penetración, rogándole que no me lo metiera por ahí porque aún nadie me lo había hecho por el ano. Quise cerrar las nalgas para protegerme, pero Francisco, llevando sus dedos a mis dos pezones los apretó con fuerza mientras me decía: “Puta, no cierres el culo! Te la voy a meter por aquí quieras o no. Serás duramente castigada si opones resistencia”. Comprendí que era mejor obedecer. Unos segundos después su aparato empezaba a horadar mi culo, despacio, pero sin detenerse produciéndome un gran dolor, ante su regocijo. Después de todo yo me había comprometido a obedecer todo lo que se me ordenara y mi sodomización estaba incluida. Me relajé para hacer menos dolorosa la penetración. Quería aliviar el dolor de mi culo y tratar de escapar de mis ataduras, pero me era imposible. Quería, pero a la vez algo dentro de mí no me permitía hacerlo tampoco. Comprendí nuevamente que estaba en manos de un Amo que usaría y abusaría de mí tanto como quisiera. Mis ojos se inundaron de lágrimas, tanto por el dolor y por la impotencia de no poder defenderme. Mi culo virgen, cerrado, que en esos momentos era penetrado por primera vez por el pene de un completo desconocido, hacía gozar a mi Amo doblemente. Por un lado por lo cerrado que estaba, ajustaba su miembro aumentando su excitación. Por otro pensar que era virgen anal y me sometía a su voluntad en esto, su novata esclava que disponía sólo para él y también lo llenaba de satisfacción el ver que yo era tan solo una adolescente. Mientras tanto yo me mordía los labios para soportar el dolor que me provocaba semejante trozo de carne en mi culo.
Cuando lo hubo enterrado entero en mi ano, volvió a sacarlo, para repetir varias veces la situación. Por último tras dar unos sorbos de su whisky decidió encularme definitivamente así que volvió a colocarse frente a mi ano, y esta vez de un solo y doloroso golpe me enterró su pene, luego no haciendo caso de mis gemidos y lagrimas marcó un frenético ritmo de entrada y salida hasta que sentí que se corría abundantemente en mis entrañas. Hacía tan solo pocos minutos que había terminado en mi boca y sumado a las emociones que acababa de vivir con una colegiala, había acumulado una abundante eyaculación. Sólo cuando la tuvo flácida, me la retiró, saliendo cantidad de semen de mi adolorido ano; mientras yo seguía llorando boca abajo. Después se limpió con un trapo y dándome un par de azotes con la mano abierta en ambas nalgas; me dejó en la misma posición, yendo en busca de los objetos que había traído a la cama junto a la vaselina. Aún no había terminado conmigo; debía soportar otra penitencia más. A los pocos minutos volvió con un vibrador y poco a poco lo fue introduciendo en mi ya abierto ano, hasta enterrarlo totalmente y lo puso en marcha. Me sentía explotar de dolor, pero esa sensación dio paso a otra diferente cuando se acercó a mi cabeza y sujetándola con ambas manos me obligó a meterme su pene en la boca. Él me penetraba firmemente, dirigiendo sus movimientos de riñones y el movimiento de mi cabeza. Se detuvo, me puso de pie y me obligó a sentarme en un sillón de madera. El peso de mi cuerpo hizo que el vibrador que era accionado con un control remoto se entierre más profundamente en mi interior y empiece a vibrar mientras me penetraba. Mis llantos y gritos habían sido ahogados por su gran pene en mi boca una vez más que en poco tiempo comenzó a provocar la lógica molestia en la articulación bucal. Fue así que después de probar ese primer intruso anal, me lo sacó bruscamente de mi agujerado ano y procedió a llevarme a la cama nuevamente y ahí ponerme de rodillas, presionando mi cabeza y boca abajo en las sabanas, levantando mi culo, me estaba preparando para introducirme el más grande y grueso de todos los juguetes de su colección.
Me dirigió ese consolador de buen diámetro descomunal en la abertura del ano y a esta altura de los acontecimientos y sin saber qué ocurriría, presentí que debía ser algo nuevo y mucho más penoso. La forma de ese consolador gigante en el culo me  resultaba desconocida pero si extremadamente dolorosa. Empezó a presionar suavemente y al ver que mis lágrimas y quejidos sollozos eran mucho más fuertes me dio fuertes manotazos en mis nalgas. Llorando desconsoladamente le rogaba que me lo sacara. -Amo, no puedo más del dolor. No me castigue más. ¿Por qué sigue penetrándome el ano?- Puta, ya te lo he dicho, por puro placer de escuchar tus gemidos y ver ese rostro. Ya te anuncié que hoy sería un día especial. Como verás estoy estrenando contigo algunos castigos que no había infligido antes a otra sumisa. Si quieres puedes gemir o gritar. Continuaré torturándote ese culo de puta que tienes. Yo tenía todavía el culo estrecho, por lo que debí soportar el dolor por largo rato. Entonces él sacó una cinta adhesiva y la colocó sobre el gran intruso anal,  pegándolo en los contornos de mis nalgas, de modo que no tendría la posibilidad de que se saliera de mi ano. Seguidamente tomó una cámara y empezó a tomarme fotos de diferentes ángulos; obviamente era para su colección personal y archivos del sometimiento que sufrían sus sumisas ante él. Fue un tormento muy doloroso que me hizo llorar y gemir como una loca ante su impasividad. Después se sentó a contemplarme saboreando su copa.
Permanecí así sodomizada  e inmovilizada boca abajo por más de media hora; se me era prohibido tratar de levantarme de la cama o tratar de quitarme el consolador; algo que me era totalmente  imposible hacer por  tener las manos atadas a mi espalda. Sólo podía gemir y llorar de dolor ante este cruel pero dulce tormento que mi cuerpo experimentaba por primera vez en mi vida. Pasado el tiempo de descanso que mi Amo se había tomado, se dirigió otra vez a mi retaguardia que seguía enardecida por el consolador. Sin sacarlo noté como su pene empezaba a penetrar mi vagina, primero muy despacio, pero luego con más ritmo y fuerza y en cada empujón el consolador se aplastaba dolorosamente en mi ano, para en el siguiente momento agarrarme de mis caderas hacia atrás, penetrándome con más intensidad. No se corrió en mi interior como yo esperaba si no que lo hizo sobre mis nalgas y mi espalda. Entonces volviendo a ponerse delante de mí me obligó a limpiarle el pene, algo que nunca había hecho nunca. Volvió a hacer presión en el gigantesco consolador que aún seguía en mi ano haciéndome soltar suspiros de dolor. “Así deberías estar siempre mientras no te usa un macho” dijo sonriendo, volviendo a dejarme sola así. Le oí dirigirse al baño a tomar una ducha, la que me pareció eterna. Después de ello, se dirigió al televisor y estuvo viendo algo de deportes ahí por mucho tiempo. A estas alturas tenía el ano totalmente dilatado ya, no sentía más sensaciones de dolor en el. Casi adormecida por la posición en que me encontraba, caí en un sueño por el cansancio y el dolor que había soportado. Debo haberme dormido con aquel descomunal objeto sepultado profundamente en mi no tan pequeño agujero para entonces, cuando sentí que estaba procediendo  a despegar la cinta adhesiva y retirar el gigantesco intruso de mi adolorido y distendido ano.  Apenas una gota de vaselina en la entrada y el pene de mi Amo se enterró profundamente en mi conducto anal, pero esta vez ya no había dificultad al penetrarme, aquel inmenso consolador había cumplido su cometido. Pasaron unos 10 minutos quizás o más y acabó allí mismo, dejándome inundado completamente el interior de mi ano. Mientras tanto yo hacía esfuerzos para soportar el dolor de la dilatación de mi “pequeño” agujero, pero ya me estaba acostumbrando. Me dejó en esa posición nuevamente con el ano goteando cantidades de semen; mientras él salía de la habitación a asearse nuevamente en el baño, minutos después se dirigió a su sala, abandonándome otra vez completamente sola en mi posición misionera. "Creo que llegó el momento de devolverte a casa" dijo mientras se acercaba de regreso a mi. No recuerdo cuanto tiempo había pasado cuando mi Amo volvió, para desatarme las manos y una vez libre de las ligaduras, me ordenó que me arrodillara delante de él y que me pusiera a mamar su descansado miembro. Mientras que yo me lo metía y sacaba de mi boca, me dijo que no le gustaba mi forma de mamar así que cada vez que mis dientes rozaban su glande, la sacaba de mi boca y me tiraba de los cabellos “Haré de ti una buena mamona, pero cada error llevará un castigo”. Volvía a metérmela en la boca y la operación se repetía, yo lloraba pero él seguía tirándome del cabello a discreción, mi cabeza me ardía y las lágrimas no me dejaban ver, solo sentía su pene llenando mi boca a veces llegando hasta mi garganta lo que me hacía dar arcadas que eran “premiadas” con nuevos tirones. Después de un buen rato, de estar chupando toda su cosa, y estar a punto de correrse Francisco me dijo “Con calma puta, que no quiero venirme todavía la sacó de mi boca, dándome un último tirón de mis cabellos mientras me agradecía la mamada; me dio un ligero empujón con los pies, quedando sentada en el piso con mis piernas abiertas, mientras me decía “acabarás mamándola como una buena puta, como mi mejor puta.” Sus insultos seguían haciendo efectos increíbles en mi nunca antes imaginados, pero con el firme convencimiento de que no se lo debía decir a mi amo. En esos momentos, se quedó observando detenidamente mi vagina a través de mis mallas, la tenía totalmente depilada tal como él me había ordenado venir la noche anterior a mi entrega. Bruscamente me subió las piernas para penetrarme, cosas que para otra chica sería bastante denigrante, yo por lo contrario, me sentía más que realizada con su trato cruel y brutal. Mi Amo sin consideración alguna, se colocó sobre mi cuerpo y comenzó a penetrarme bárbaramente, lo cierto es que hasta me dolió un poco, pero después de un buen rato, mientras seguía introduciendo su miembro por dentro de mi, una de sus manos agarró por completo uno de mis senos, por sobre las mallas que estaba usando, al tiempo que me seguía insultando y hasta preguntándome  cuanto cobraba por el servicio completo que le estaba haciendo. Casi por poco le digo que sería capaz de dejarle prostituirme con tal de que le perteneciera, por lo mucho que disfrutaba todo eso. Mientras que yo movía mis caderas como toda una puta, gemía pidiendo que me diera más y más duro. Mi Amo ocasionalmente me besaba intensamente introduciendo por completo su lengua dentro de mi boca, hasta que volví a sentir ese delicioso y profundo orgasmo que arrancó del fondo de mi ser. Francisco cuando se fue a venir sacó su miembro de mi vagina y regó todo su semen sobre mi cara y mi cuerpo, quedando esparcida gran parte en mis mallas. Nuevamente se fue al baño a asearse dejándome sola otra vez. Pasaron bastantes minutos antes de su regreso, me dio mi ropa. “Vístete” dijo mientras él me contemplaba desde el sillón apurando su bebida. Y tras darme un beso en la boca me dio unas palmadas en mis nalgas, diciéndome lo orgulloso que estaba de haber encontrado una puta sumisa tan joven y tan solícita a entregarse al placer del BDSM. Me quité las mallas con semen y me di una ducha rápidamente para luego ponerme mi ropa. Cuando estaba lista para salir, me dio un beso en la boca y unas caricias a mi adolorida cola, me abrió la puerta de su habitación y me alcanzó un sobre con 3,000 pesos. Le agradecí a mi Amo por haberme dado la oportunidad de experimentar lo que se siente siendo una sumisa y salí como en volandas del hotel. Unos minutos después llegaba a casa justo cuando empecé a reaccionar que me había convertido en una completa sumisa al fin. Esa noche, mientras me daba una ducha en mi baño, al repasar mentalmente todo lo sucedido, me sorprendí a mi misma introduciéndome mis dedos dentro de mi vulva y dándome bien duro hasta que alcancé otro orgasmo. No volví a ver a mi Amo, pero lo que sí se es que dejó una huella imborrable en mi cuerpo y alma, su sola voz me hizo sentir un placer increíble al verme y sentirme y sentirme completamente sometida por él. Hoy soy una chica sumisa que podría pertenecer a cualquier amo, que desee someterme, al grado que hasta podría aceptar a tener sexo con otros hombres, ante su presencia. A diferencia de otros momentos de mi loca vida, en que eso me parecía sumamente reprochable e inmoral, ahora es algo que nada más, por el solo hecho de que algún Amo o Ama me lo ordenara, lo disfrutaría plenamente.





3 comentarios:

  1. excelente hermosa, espero conocerte. soy amo, besos

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  2. sinceramente me gusta que hayas encontrado y descubierto la sumisa que tenias dormida en tu interior difruta mucho y se una buena esclava y sumisa

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